La puerta hacia el futuro


El primer día que llegue al aula estaba muy nerviosa, no me sentía capaz de desarrollar mi clase, pensaba que todo saldría mal, las piernas me temblaban y la voz se me quebraba en esos momentos, era la primera vez que me paraba frente a un grado, en el cual todos estaban expectantes por ver que les enseñaría y por sobre todas las cosas quería dejar lo mejor de mí a los alumnos.

- ¡Que nervios! Le decía a la maestra
- Tranquila me decía, yo voy a estar ahí.
Por suerte en esa semana de observación aprendí a conocer a los alumnos, a la docente, que por suerte me tocó una excelente maestra y muy buena persona que supo ayudarme a perder el miedo y me enseñó cosas que yo con mi poca experiencia desconocía, la Srta. Inés Concha a la cual le estoy muy agradecida. Me brindó su confianza y apoyo, fue mi guía, siempre estaba presente y si cometía algún error me lo hacía ver amablemente para que las clases fueran cada vez mejor. En esa semana también observé el comportamiento de mis alumnos, lo que les gustaba, cuales participaban más y así poder apoyarme en ellos.

Tuve un grupo maravilloso, con ganas de aprender y sobretodo muy inteligentes, practiqué en cuarto grado las áreas de Matemáticas y Ciencias Naturales con contenidos amplios y ricos para desarrollar. El proceso tardo un poco, no fue fácil, me costó bastante hasta que conocí bien a mis alumnos y día a día iba descubriendo, aprendiendo de ellos, vivenciando cada mañana nuevos aprendizajes y sintiendo al aula un lugar cálido y confortable.

Tuvimos salidas las cuales me permitieron relacionarme con el medio y realizar trabajos muy significativos.

Así pasaron los meses y yo me sentía más a gusto y segura en el aula y sobretodo el cariño por esos niños que crecía día a día porque supieron brindarme toda su confianza y amor.

Todavía recuerdo los días en que iba la profesora de práctica, yo temblaba, algunas clases salieron bien y otras no y en esos casos mis alumnos siempre colaboraban, sabían que gran parte de que las clases salieran hermosas dependían de ellos por eso participaban incondicionalmente.

El momento más difícil fue cuando tuve que dejar a mis alumnos, a pesar de que no quería seguir esta carrera pero todo cambio desde el día en que comencé a vivir todas estas experiencias maravillosas aunque me sentí muy triste pero a la vez tranquila por haber logrado mis objetivos propuestos.

Hasta el día de hoy cuando me encuentran en la calle me saludan muy cariñosamente sin olvidarme a pesar que ya pasaron varios años.

En realidad para mí será algo que nunca olvidaré, digo así porque solo al que le toco vivir sabe lo que se siente y lo lindo que es el contacto con los niños, lo que lo hizo tan especial para mí.

Fue una experiencia única la que me tocó vivir cuando realicé mis prácticas docentes en la Escuela Josefa Díaz de la ciudad de Simoca.