Cuando los libros son cucos

El Amor a la Educación y la perseverancia me llevaron a luchar para que esos niños tuvieran la oportunidad de aprender, soñar, imaginar y conocer otor mundo a través de las palabras


Mi experiencia transcurre allá por el año 2000 cuando me traslade de la zona de Cruz Alta a una escuela del departamento de Simoca, ubicada en una zona rural donde los niños que concurren son de muy escasos recursos, la mayoría de los pequeños asiste por e1 comedor escolar y el papel para que sus padres cobren el salario en la provincia de Río Negro.

Llegue a la escuela en época de plenas inundaciones, únicamente podíamos llegar caminando, me dieron la bienvenida diciéndome usted tiene 5° y 6° año el área de lengua y ciencias sociales son 30 alumnos en cada sección, en general es un grupo que no le gusta trabajar y con una conducta pésima.
Bueno dije ¿dónde me metí? ¿Por qué no me habré quedado donde estaba? Pero al mismo tiempo me reconfortaba diciéndome es por el bien de mis hijas, ellas me necesitan.
Comencé a conocerlos y si realmente nada les gustaba querían estar todo el tiempo sin hacer absolutamente nada, siempre desesperados por el recreo, para escaparse al cementerio, lugar favorito para sus juegos, les encantaba recorrer las tumbas y esconderse en algunas de ellas.

Se resistían a todo, no les gustaba leer, realmente no sabía, como revertir esa situación, parecía que los libros eran "cucos", si hojeaban algunos era para ver los dibujos nada más, esto imposibilitaba trabajar en la otra área, donde debíamos consultar material bibliográfico para poder trabajar.

Ellos estaban acostumbrados a que la señorita haga todo, copie las guías, responda las preguntas, así ellos únicamente copiaban porque ni siquiera leían.

Un día les hable de lo importante que era saber manejar un libro de historia, un manual, diccionarios, leer cuentos, viajar con la imaginación, me contestaron que a ellos eso no les servía para nada, no seguirían estudiando ya que tenían que trabajar para ayudar en casa, que donde irían seria a cuidar las vacas o a pelar cañas y luego a juntar manzanas en Río Negro.

Después les propuse que me contaran historias del lugar, alguna leyenda, o algo de su lugar favorito “El cementerio” pero tampoco les atraía la idea.
Entonces me enojé y les dije muy seria que a partir de ese día yo me iba a limitar a dar clases que para eso me pagaban, que si querían aprender, aprendan que me daba lo mismo porque yo igual cobraría mi sueldo a fin de mes.

No insistí más con el tema, llegaba al aula saludaba y comenzaba con mi clase, tratando siempre de no darles importancia para ver si así reaccionaban.

Un día coloque una mesa en el fondo del aula, deje revistas de chistes , "Pastoruzito", “Dartagñan” y algunos libros de cuentos, no les dije nada y tampoco preguntaron, hacían como que no las veían, después algunos no salían a1 recreo, en especial Carlos que era un niño que provenía de un hogar muy humilde con padres alcohólicos y analfabetos, a este niño le costaba muchísimo leer parecía un alumno de segundo grado. Él fue el más interesado, comenzó mirando los dibujos y tratando de deletrear los diálogos y así poco a poco fueron sumándo¬se los otros niños.

Yo observaba pero hacía como que no me daba cuenta, porque si llegaba a mostrar algún interés no se quedaban más. Poco a po¬co fui aumentando material, libros, diccionarios, revistas ,diarios, los veía hablar entre ellos comentando lo que habían leído, a veces no entendían una palabra y me preguntaban qué quería decir y yo los invitaba a usar el diccionario y a que escribieran lo que habían entendido, que yo lo leería en casa, porque no tenía el tiempo suficiente para escucharlos a todos.

Así de paso mejorarían su ortografía que por cierto era pésima. Y fueron pasando los meses y fueron cambiando su comportamiento y sus hábitos, preferían quedarse en el aula a leer en el recreo o en las horas de los especiales que faltaban antes de ir a su lugar favorito “El Cementerio”.

Ambientamos el rincón de la lectura y una vez a la semana la dedicábamos solamente a leer, yo seleccionaba algún cuento o poesía para comenzar, que percibían, esta era una actividad que les gustaba mucho, al terminar mi lectura cada uno contaba cómo se habían sentido. Después los invitaba a elegir lo que quisieran leer para luego producir pequeños textos que los escribíamos en afiches para colocarlos en la galería y compartirlos con toda la escuela. Ellos se sentían importantes porque eran sus trabajos lo que los otros niños leían.

Fue una experiencia que me lleno de satisfacción porque de alguna manera estaba revirtiendo esa situación, a pesar que mis compañeras decían que perdía mi tiempo porque esos niños eran indomables y no cambiarían más.

Al año siguiente continué con ellos, ya no eran los niños agresivos del año anterior, sino todo lo contrario, lo primero que me preguntaron fue si continuaríamos con el rincón de lectura y que haríamos este año. Les propuse formar el periódico mural de la escuela, donde contaríamos todo lo que ocurría en la villa.

Pintamos un cartel grande que dejó olvidado una empresa, lo acondicionamos en el salón y comenzamos a pegar noticias policiales, necrológicas y sociales del lugar, historias que habían pasado, etc. A1 finalizar la semana leían las más importantes para toda la escuela.

Así comprobaron que no era tan difícil leer y escribir sino que tenían que tener ganas y que nada se logra sin esfuerzo.

Para mí fue un gran desafío, porque era la primera vez que me encontraba frente a un grupo tan rebelde, donde siempre habían arreglado las cosas a golpes.
Comprendieron que podían actuar de otra manera, que hablando podían llegar a entenderse y que la unión hace la fuerza y así debían estar ellos, unidos.
Gracias a Dios logre cumplir con mi objetivo, despertar el interés y el placer por leer ya que a través de la lectura podían descubrir cosas nuevas, viajar con la imaginación y crecer culturalmente y cambiar su manera de pensar y de actuar.